Con cierta preocupación he observado como en la capital de Chile se está construyendo en forma exponencial proyectos inmobiliarios en la zona precordillerana donde se encuentra la falla de San Ramón, que es una falla geológica de 25 kilómetros de extensión que va desde el río Mapocho hasta el río Maipo. Por tanto, esta fractura de la corteza terrestre ante un eventual sismo puede generar un daño importante en la población de varias comunas de Santiago, afectando principalmente a amplios sectores de Las Condes, Peñalolén y Puente Alto. Estas zonas son consideradas de alto riesgo, es decir, son territorios de alta vulnerabilidad ante desastres socionaturales, ya que concentran un alto porcentaje de población y de establecimientos de salud, educación y comercio. Los habitantes de estas zonas: niños, jóvenes, adultos y ancianos, serán los primeros afectados ante una catástrofe como un terremoto. Por eso resulta esencial, acudir y rescatar la memoria histórica de los vecinos y preparar desde la instancia de organización social básica como lo es una junta de vecinos; planes que ayuden a la preparación, mitigación y abordaje ante emergencias que pongan en peligro a una parte importante de la comunidad.
Si bien las municipalidades y otros organismos ministeriales y gubernamentales solicitan a las empresas constructoras diagnósticos y estudios de impacto, fuera de requisitos de edificación con altos estándares de calidad y resistencia, resultan insuficientes esas medidas, sino se acompañan de planes específicos y concretos de protección a la vida e integridad humana que reside en esos territorios. En efecto, las autoridades políticas, económicas y sociales deben a toda costa disminuir las vulnerabilidades, prohibiendo la construcción de hogares en zona precordilleranas, incentivando la expansión habitacional hacia zona más seguras y habitables.
Finalmente, sigue siendo una prioridad aumentar a través de la educación una sociedad resiliente ante los desastres de carácter socionaturales. Un país sísmico como es el nuestro debe aprender de sus fracasos y desgracias para que estas no se repitan. La única manera es gestionando, buscando estrategias y previniendo situaciones que puedan colocar en riesgo la existencia de la población de esos sectores.